EN LA BRECHA
Cuando la
fuerza pública clausuró el local de la Federación Obrera, sin duda lo habrá
hecho con la esperanza de disolver la Federación, y no veía la estúpida autoridad,
que los obreros conscientes lo mismo se reúnen en un espacioso local, que en un
tugurio, que lo mismo discute en la vía pública que en un corralón, que lo
mismo se ponen de acuerdo en la mesa del café, que en el taller, que si no se
les permite discutir sentados o de pie, discutirán caminando, que si se les prohíbe
agruparse se entenderán a las mil maravillas mucho más fácil de a dos, y
finalmente, no ve que al usar la fuerza contra la razón, también la paciencia,
como todas las cosas, tiene sus límites, y que si se acaba, pueden contestarle
en la misma moneda. O para decirlo de una vez, toda la fuerza fruto de que
dispone el Capital para su custodia será cada vez más impotente para
contrarestar el movimiento obrero hacia su emancipación.
Jamás en la
historia de la humanidad, ha podido la fuerza de que siempre se han valido los
tiranos, detener la marcha del progreso.
Si el
presente número no ha salido a su debido tiempo, son otras las causas de su
retardo, pero no los atropellos policiales que nada pueden contra el
pensamiento.
La
Federación Obrera del Rosario no está disuelta como se habrá creído la
autoridad, lo único que hay es que antes se reunió en lugar fijo y hoy se reúne
donde mejor le parece.
Los
obreros, para estar unidos, no necesitan de local, ni de mesas, escritorios,
asientos, etc..etc. Con una vez que le dimos a la policía el gusto de poder
violar nuestra propiedad (tomada en
alquiler), ya tenemos lo bastante para saber cómo se respeta las leyes por los
que se dicen sus guardianes, no queremos darle ocasión para repetir la hazaña.
No queremos más presentarle blanco alguno, a fin de que la federación local
obrera, sea intangible y que ni siquiera se le pueda atribuir la propiedad del
ave fénix, pues para esto sería necesario que hubiese dejado de existir, aun
cuando fuese un solo día, y no ha sucedido así:
Los trabajadores
del Rosario están tan unidos y tan federados hoy, como lo estaban antes de que
doña autoridad fuese a meter bochinche a casa ajena.
Pero hoy ya
tiene lecciones prácticas que antes les faltaban. Es decir saben perfectamente
que de la autoridad solo pueden esperar atropellos brutales, aun cuando para
ello no den motivo, y que de las leyes solo se cumplen lo que tienen en contra
nuestra, pero jamás lo que nos favorezca.
Han
aprendido así mismo que los capitalistas aun cuando no se perjudiquen, no
conceden al obrero la más pequeña reforma porque lo consideran inferior a
ellos, y por consiguiente, menos consentirán en desprenderse voluntariamente de
sus privilegios, y por lo tanto ya sabemos perfectamente de que medios tenemos
que valernos para arrebatárselos, porque es ocioso pensar que puedan llegar a
convencerse de la justicia de nuestra causa.
También han
llegado a comprender, hasta los más ignorantes, que la burguesía tiembla, y con
razón, al primer amago de rebelión, y si llega a faltarle el apoyo que nosotros
mismos le suministramos, queda convertida en un verdadero castillo de naipes.
Así que la
última huelga, a pesar de haber sido general, fracasó, y como casi todas, ha
sido un acontecimiento en los anales del proletariado, porque ella ha
despertado muchas dormidas energías, y le dio al obrero ocasión para ver
prácticamente de lo que será capaz el día que se disponga a tomar por todos los
medios a su alcance, lo que por derecho le corresponde.
En nuestra
esfera de acción, estamos hoy como ayer, al lado de los que sufren, y solo
daremos por cumplida nuestra misión, cuando no quede un solo hombre cuya suerte
dependa de otro.
Mientras
esto no suceda, nada podrán los atropellos brutales de la fuerza, pues solo
servirán para convencer más y más al obrero de la inutilidad de los medios pacíficos.
De una
conferencia de Emilio Arana se puede leer:
El matrimonio legal, institución sabiamente política, establecida para asegurar el predominio de uno de los dos sexos, el masculino, que lejos de significar unión, el amor sexual, el íntimo y justo consorcio del hombre y de la mujer, establece la sujeción de ésta a aquel, que entrega la mujer atada de pies y manos con los lazos de la ley, dictada por los hombres en provecho propia a la autoridad de su marido, de un amo, de un señor que solo ve en ella un molde para fabricar seres que le sucedan en la posesión de los bienes usurpados, para perpetuar el derecho de sucesión, la propiedad en los suyos (base primordial de esa institución anti-humanitaria) para asegurar a esa entidad egoísta, la familia legal, el goce de los productos de la naturaleza robados a la humanidad.
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